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El hombre y su obra son dos cosas distintas. Mientras que una buena acción debe suscitar aprobación y una mala acción desaprobación, el autor de la acción, sea bueno o malo, siempre merece respeto o piedad, según el caso. Odiar el pecado y no al pecador es un precepto que, aunque fácil de entender, rara vez se practica, y por eso el veneno del odio se extiende por el mundo.