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  • Porque si somos observados en todos los asuntos, estamos constantemente bajo la amenaza de la corrección, el juicio, la crítica, incluso el plagio de nuestra propia singularidad. Nos convertimos en niños, encadenados bajo ojos vigilantes, constantemente temerosos de que -ya sea ahora o en un futuro incierto- los patrones que dejamos atrás sean traídos de vuelta para implicarnos, por cualquier autoridad que ahora se haya centrado en nuestros actos una vez privados e inocentes. Perdemos nuestra individualidad, porque todo lo que hacemos es observable y registrable.