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La predicación de la fe no ha perdido nada de su actualidad. La Iglesia tiene el deber sagrado de proclamarla sin cortapisas, tal como Cristo la reveló, y ninguna consideración de tiempo o circunstancia puede disminuir el rigor de esta obligación.
La predicación de la fe no ha perdido nada de su actualidad. La Iglesia tiene el deber sagrado de proclamarla sin cortapisas, tal como Cristo la reveló, y ninguna consideración de tiempo o circunstancia puede disminuir el rigor de esta obligación.