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Esos miserables contaminados por el error del indiferentismo y del modernismo sostienen que la verdad dogmática no es absoluta, sino relativa: es decir, que debe adaptarse a las necesidades variables de los tiempos y a las disposiciones variables de las almas, puesto que no está contenida en una revelación inmutable, sino que, por su misma naturaleza, está destinada a acomodarse a la vida del hombre.