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  • Por muy domesticada que esté, la sexualidad sigue siendo una de las fuerzas demoníacas de la conciencia humana, que nos empuja a intervalos cerca de deseos tabúes y peligrosos, que van desde el impulso de cometer una violencia arbitraria y repentina sobre otra persona hasta el anhelo voluptuoso de la extinción de la propia conciencia, de la propia muerte. Incluso en el plano de la simple sensación física y el estado de ánimo, hacer el amor se parece seguramente a tener un ataque epiléptico tanto o más que comer o conversar con alguien.