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Ahora, tenemos el Espíritu Santo. A cada uno de nosotros que es miembro de la Iglesia se le han impuesto las manos sobre la cabeza y se le ha dado, en la medida en que una ordenanza puede darlo, el don del Espíritu Santo. Pero, según recuerdo, cuando fui confirmado, no se me indicó que el Espíritu Santo viniera a mí; se me indicó que "recibiera el Espíritu Santo". Si recibo al Espíritu Santo y sigo su guía, estaré entre aquellos que son protegidos y llevados a través de estos tiempos turbulentos. Y así será usted, y así será cada otra alma que vive bajo su dirección. Si estáis preparados, no debéis temer.