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La disciplina de los colegios y universidades está, en general, concebida, no para el beneficio de los estudiantes, sino para el interés, o más propiamente hablando, para la facilidad de los maestros. Su objeto es, en todos los casos, mantener la autoridad del maestro, y ya sea que descuide o cumpla con su deber, obligar a los estudiantes en todos los casos a comportarse con él como si lo cumpliera con la mayor diligencia y habilidad.