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Para escribir la verdadera historia natural del mundo, deberíamos ser capaces de seguirlo desde dentro. Así, ya no aparecería como una sucesión entrelazada de tipos estructurales que se sustituyen unos a otros, sino como una ascensión de savia interior que se extiende en un bosque de instintos consolidados. En su base, el mundo vivo está constituido por ropajes conscientes de carne y hueso.