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En cuestiones de este tipo hay dos cosas que deben observarse. Primero, que se mantenga inviolablemente la verdad de las Escrituras. En segundo lugar, puesto que la Escritura admite diversas interpretaciones, que nadie se aferre a ninguna exposición particular con tal pertinacia que, si lo que él suponía que era la enseñanza de la Escritura resultara después ser claramente falso, se atreviera sin embargo a exponerlo, no sea que con ello las Sagradas Escrituras quedaran expuestas a la burla de los incrédulos y se les cerrara el camino de la salvación.