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  • No debemos celebrar el funeral de un hombre bueno con lamentos y cantos lúgubres, sino con himnos; porque, al dejar de ser contado entre los mortales, entra en la herencia de una vida más divina. Puesto que se ha ido a donde no siente dolor, no nos dejemos llevar por una pena excesiva. El alma es incapaz de morir. Y él, como un pájaro que no ha permanecido lo suficiente en su jaula para apegarse a ella, es libre para volar a un aire más puro. . . . Ya que abrigamos una confianza como ésta, dejemos que nuestras acciones externas estén de acuerdo con ella, y mantengamos nuestros corazones puros y nuestras mentes tranquilas.