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Debido a su propia naturaleza original especial, el judío no puede poseer una institución religiosa, aunque sólo sea por la razón de que carece de idealismo en cualquier forma, y por lo tanto la creencia en un más allá le es absolutamente ajena. Y no se puede imaginar una religión en el sentido ario que carezca de la convicción de la supervivencia después de la muerte en alguna forma. De hecho, el Talmud no es un libro para preparar al hombre para el más allá, sino sólo para una vida práctica y provechosa en este mundo.