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La fe es más difícil de sacudir que el conocimiento, el amor sucumbe menos al cambio que el respeto, el odio es más duradero que la aversión, y el ímpetu de las más poderosas convulsiones de esta tierra ha consistido en todos los tiempos menos en un conocimiento científico que dominaba a las masas que en un fanatismo que las inspiraba y a veces en una histeria que las impulsaba.