Autores:
  • Quien reza, ciertamente se salva. Quien no reza, ciertamente se condena. Todos los bienaventurados se han salvado por la oración. Todos los condenados se han perdido por no orar. Si hubieran rezado no se habrían perdido. Y éste es, y será, su mayor tormento en el infierno: pensar en lo fácilmente que podrían haberse salvado, con sólo pedir a Dios Su gracia, pero que ahora es demasiado tarde - su tiempo de oración ha pasado.