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Tales son, pues, en número e importancia, los preciosos lazos pertenecientes al nombre cristiano que mantienen a un creyente en la Iglesia católica, como es justo que lo hagan... Contigo, donde no hay ninguna de estas cosas para atraerme o mantenerme... Nadie me moverá de la fe que ata mi mente con lazos tan numerosos y tan fuertes a la religión cristiana... Por mi parte, no debo creer en el Evangelio sino movido por la autoridad de la Iglesia católica.