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  • Os aseguro, hijos míos, que cuando un cristiano realiza con amor la más insignificante acción cotidiana, esa acción desborda la trascendencia de Dios. Por eso os he dicho tantas veces, y machaconamente, que la vocación cristiana consiste en hacer de la prosa de cada día un verso heroico. El cielo y la tierra parecen fundirse, hijos míos, en el horizonte. Pero donde realmente se encuentran es en vuestros corazones, cuando santificáis vuestra vida cotidiana.