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  • Debemos abrir los ojos para admirar a Dios que se esconde y al mismo tiempo se revela en las cosas y nos introduce en los dominios del misterio... debemos ser puros y sencillos como niños, capaces de admirar, de asombrarnos, de maravillarnos y de encantarnos ante los gestos divinos de amor y de cercanía de los que somos testigos.