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Vivimos en una sociedad en la que parece que cada espacio, cada momento debe "llenarse" de iniciativas, de actividad, de sonido; a menudo ni siquiera hay tiempo para escuchar y dialogar... No tengamos miedo de hacer silencio fuera y dentro de nosotros mismos, para que seamos capaces no sólo de percibir la voz de Dios, sino también la voz de la persona que está a nuestro lado, las voces de los demás.