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Pero la luna salió lentamente en toda su suave gloria, y las estrellas se asomaron, y a través del pequeño compás de la ventana enrejada, como a través de la estrecha grieta de una buena acción en una turbia vida de culpa, el rostro del Cielo brilló brillante y misericordioso. Levantó la cabeza, miró hacia arriba, al cielo tranquilo, que parecía sonreír a la tierra con tristeza, como si la noche, más reflexiva que el día, mirase con pena los sufrimientos y las malas acciones de los hombres; y sintió que su paz se hundía profundamente en su corazón.