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Según San Buenaventura, todos los ángeles del cielo la llaman sin cesar: "Santa, santa, santa María, Virgen Madre de Dios". La saludan innumerables veces cada día con el saludo angélico: "Dios te salve, María", mientras se postran ante ella, rogándole como favor que les honre con una de sus peticiones. Según San Agustín, incluso San Miguel, aunque príncipe de toda la corte celestial, es el más ansioso de todos los ángeles por honrarla y llevar a otros a honrarla. En todo momento espera tener el privilegio de acudir en ayuda de uno de sus siervos.