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Detrás de nosotros se extendía la gran Tierra Antártica; los picos nevados se elevaban unos sobre otros hasta que la distancia los hacía insignificantes. El silencio y la inmovilidad de la escena eran impresionantes; ni la más mínima animación o vitalidad en ninguna parte. Era como una imagen mental de nuestro globo en su estado primitivo: un espectáculo del Caos. Alrededor, hielo y nieve y los restos de fuegos internos; arriba, un cielo siniestro; abajo, el sombrío mar; y sobre todo, ¡el silencio del sepulcro!