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Sin embargo, no todo el mundo tiene un auténtico sentido del humor. Eso exige un desprendimiento altruista de uno mismo y una misteriosa simpatía hacia los demás que se siente incluso antes de que abran la boca. Sólo la persona que también tiene un don para el afecto puede tener un verdadero sentido del humor. Una buena carcajada es un signo de amor; puede decirse que nos da una visión o una primera lección del amor que Dios siente por cada uno de nosotros.