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Hay tres puntos doctrinales cuya creencia constituye el fundamento de toda moralidad. El primero es la existencia de Dios; el segundo es la inmortalidad del alma humana; y el tercero es un estado futuro de recompensas y castigos. Supongamos que es posible que un hombre descrea de cualquiera de estos tres artículos de fe y ese hombre no tendrá conciencia, no tendrá otra ley que la del tigre o el tiburón. Las leyes del hombre pueden atarlo con cadenas o pueden condenarlo a muerte, pero nunca pueden hacerlo sabio, virtuoso o feliz.