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Consideremos, hermanos, que estamos luchando por nuestros mejores derechos de nacimiento y herencia, los cuales, al ser infringidos, hacen que todas nuestras bendiciones sean precarias en su disfrute y, en consecuencia, triviales en su valor. Decepcionemos a los hombres que se alzan sobre la ruina de este país. Convenzamos a todos los invasores de nuestra libertad de que seremos tan libres como lo justifique la Constitución que reconocieron nuestros padres.