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Una de las razones fundamentales por las que tantos médicos se vuelven cínicos y se desilusionan es precisamente porque, cuando el idealismo abstracto se ha agotado, no están seguros del valor de las vidas reales de los pacientes a los que tratan. No porque sean insensibles o personalmente inhumanos, sino porque viven y aceptan una sociedad incapaz de saber lo que vale una vida humana.