-
Entre todas las emociones, los ricos son los que menos talento tienen para el amor. Es posible amar al perro, el vestido o el sombrero de tiro al pato de uno, pero un ser humano presenta un problema más difícil. Los ricos pueden desear experimentar sentimientos de afecto, pero es casi imposible quitarles el esmalte de su narcisismo. Ocupan todo el espacio en todos los espejos de la casa. Sus hijos, que representan el reclamo más presente y, por tanto, más molesto de su atención, suelen recibir la peor parte de su irritación.