El comercio es el enemigo natural de todas las pasiones violentas. El comercio ama la moderación, se deleita en el compromiso y tiene sumo cuidado en evitar la ira. Es paciente, flexible e insinuante, y sólo recurre a medidas extremas en casos de absoluta necesidad. El comercio hace a los hombres independientes unos de otros y les da una idea elevada de su importancia personal: les lleva a querer gestionar sus propios asuntos y les enseña a tener éxito en ello. De ahí que se sientan inclinados a la libertad, pero reacios a la revolución.