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  • El trabajo tiene sus grandezas, sí. Está la exultación de llegar sano y salvo después de una tormenta, la alegría de planear desde la oscuridad de la noche o la tempestad hacia un Alicante o un Santiago bañados por el sol; está la hinchada sensación de volver a ocupar el lugar de uno en la vida, en el milagroso jardín de la tierra, donde hay árboles y mujeres y, en el puerto, pequeños bares acogedores. Cuando ha acelerado el motor y está entrando en el aeropuerto, dejando atrás las sombrías masas de nubes, ¿qué piloto no se pone a cantar?