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No hay institución más vital para la supervivencia de nuestra nación que la familia estadounidense. En ella se plantan las semillas del carácter personal y se alimentan las raíces de la virtud pública. A través del amor y la instrucción, la disciplina, la guía y el ejemplo, aprendemos de nuestras madres y padres los valores que conformarán nuestra vida privada y nuestra ciudadanía pública.