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  • La razonabilidad de la intervención de los tribunales nacionales en casos en los que no se puede suponer que los tribunales estatales sean imparciales, habla por sí misma. Ciertamente, nadie debe ser juez en su propia causa, ni en ninguna causa respecto de la cual tenga el menor interés o prejuicio.

    Alexander Hamilton, James Madison, John Jay (2009). “The Federalist”, p.525, Harvard University Press
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