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Así pues, en sus debates sobre las propuestas de congelación nuclear, les insto a que tengan cuidado con la tentación del orgullo: la tentación de declararse alegremente por encima de todo y tachar a ambas partes de culpables por igual, de ignorar los hechos de la historia y los impulsos agresivos de un imperio malvado, de calificar simplemente la carrera armamentística de gigantesco malentendido y desentenderse así de la lucha entre lo correcto y lo incorrecto, el bien y el mal.