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Algunas personas tienen la impresión de que todo lo que se requiere para ser un buen pescador es la capacidad de decir mentiras con facilidad y sin ruborizarse; pero esto es un error. La mera mentira es inútil; el más novato puede hacerlo. Es en los detalles circunstanciales, los toques embellecedores de probabilidad, el aire general de escrupulosa -casi pedante- veracidad, donde se ve al pescador experimentado.