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En este último sentido, un hombre tiene una propiedad en sus opiniones y en la libre comunicación de las mismas. Tiene una propiedad de valor peculiar en sus opiniones religiosas, y en la profesión y práctica dictadas por ellas. Tiene una propiedad igual en el libre uso de sus facultades y en la libre elección de los objetos en que emplearlas. En una palabra, así como se dice que un hombre tiene derecho a su propiedad, también puede decirse que tiene propiedad sobre sus derechos.