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  • Cuando toqué con mi mano el Muro Occidental y deposité mi oración entre sus piedras milenarias, pensé en todos los siglos que los hijos de Israel han anhelado regresar a su antigua patria. Cuando fui a Sderot y vi la lucha diaria por sobrevivir en los ojos de un niño de ocho años que perdió una pierna por un cohete de Hamás, y cuando caminé entre la Sala de los Nombres en Yad Vashem, recordé el miedo existencial de los israelíes cuando un dictador moderno busca armas nucleares y amenaza con borrar a Israel de la faz del mapa -de la faz de la Tierra.

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