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  • Por supuesto, este último no ocultó su actitud hacia el pueblo judío, y cuando fue necesario incluso tomó el látigo para expulsar del templo del Señor a este adversario de toda la humanidad, que entonces como siempre no veía en la religión más que un instrumento para su existencia empresarial. A cambio, Cristo fue clavado en la cruz, mientras que nuestros actuales cristianos de partido se rebajan a mendigar votos judíos en las elecciones y más tarde tratan de arreglar estafas políticas con partidos judíos ateos, y esto contra su propia nación.

    Adolf Hitler (1998). “Mein Kampf”, Houghton Mifflin Harcourt