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El poder de un texto cuando se lee es diferente del que tiene cuando se copia. Sólo el texto copiado ordena así el alma de quien se ocupa de él, mientras que el mero lector nunca descubre los nuevos aspectos de su interior que abre el texto, ese camino cortado a través de la jungla interior que se cierra siempre tras él: porque el lector sigue el movimiento de su mente en el libre vuelo de la ensoñación, mientras que el copiador la somete al mando.