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La superstición, el fanatismo y los prejuicios, por muy fantasmas que sean, se aferran tenazmente a la vida; son sombras armadas con dientes y garras. Hay que enfrentarse a ellos sin cesar, porque el destino humano está condenado a librar una guerra perpetua contra los fantasmas. No es fácil agarrar a una sombra por la garganta y destruirla.