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La gratitud de todos los hogares de nuestra isla, de nuestro imperio y, de hecho, de todo el mundo, excepto en las moradas de los culpables, se extiende a los aviadores británicos que, impávidos ante las adversidades, incansables en su constante desafío y peligro mortal, están cambiando el rumbo de la Guerra Mundial por su destreza y por su devoción. Nunca en el campo de los conflictos humanos tantos debieron tanto a tan pocos.