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La lección, supongo, es que ninguno de nosotros tiene mucho control sobre cómo seremos recordados. Cada vida es una amalgama, y es imposible saber qué momentos, qué debilidades, qué encantos llegarán a definirnos una vez que nos hayamos ido. Todo lo que podemos hacer es vivir nuestra vida plenamente, ser auténticamente nosotros mismos y confiar en que las cosas correctas de nosotros, las mejores y más adecuadas, resonarán en los recuerdos que perduren de nosotros.