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No siempre hay que llegar al extremo de asesinar a los personajes más queridos, esos giros o imágenes de los que uno se siente orgulloso cuando aparecen en la página, pero hay que volver atrás y mirarlos con lupa. Casi siempre resulta que estarían mejor muertos. (No todas las pequeñas punzadas de satisfacción son sospechosas; hay que tener cuidado con las que equivalen a una especie de regocijo petulante).