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  • Incluso Helen Keller, que nació ciega y sorda, podía ver a Dios. Sin duda, en su silenciosa oscuridad, cada fragante flor, cada rayo del cálido sol, cada sabor que tocaba su lengua le decían que había un Dios que había creado todas las cosas. Por tanto, Jodie Foster no debería sorprenderse de que la gente se sorprenda de que sea atea.