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  • Me curé de la timidez cuando por fin me di cuenta de que la gente no pensaba en mí ni la mitad de lo que yo creía. La verdad era que no le importaba a nadie. Como la mayoría de los adolescentes, era demasiado egocéntrico. Cuando dejé de ser prisionera de lo que me preocupaba era la opinión de los demás sobre mí, me volví más segura y libre.