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Me siento fatal por el dolor que he causado a mi mujer y a mis hijos. Me siento culpable y me remuerde la conciencia, y todas esas cosas que a uno le parecen sentimentales, pero que mi generación llama simple decencia humana. Y echo de menos mi casa, porque estoy empezando a cagarme de miedo, porque de repente está más cerca el final que el principio, y la muerte es de repente algo perceptible para mí, con rasgos definibles.