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La magia, la maravilla, el misterio y la inocencia del corazón de un niño son las semillas de la creatividad que sanarán el mundo. Lo creo de verdad. Lo que necesitamos aprender de los niños no es infantil. Estar con ellos nos conecta con la sabiduría más profunda de la vida, que está siempre presente y sólo pide ser vivida. Ellos conocen el camino hacia las soluciones que esperan ser reconocidas en nuestros propios corazones.