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No hay una sola mujer en Estados Unidos que no se preocupe por su pelo, pero le damos demasiado valor. Nos privamos de cosas, lo utilizamos para destruirnos unos a otros, miramos a un niño y juzgamos a una madre y su sentido de la maternidad por el aspecto de su pelo. Yo no voy a traumatizar a mi hija por su pelo. Quiero que adore su pelo.