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  • Saco la concha del bolsillo de mis vaqueros y froto con los dedos su superficie sedosa y dentada, superficial como mi propia mano abierta. Este cáliz, sutilmente moldeado por alguna inteligencia divina para permitir que el agua entre y salga con facilidad, es en lo que aspiro a convertirme: un recipiente a través del cual los sentimientos puedan entrar y salir de nuevo, sin todos los agarres y retenciones que obstruyen el flujo. ¿Puedo ser tan serena y sencilla como esta cáscara blanqueada, alisada por el viento y el agua, recibiendo y soltando, llenando y vaciando y volviendo a llenar, eternamente receptiva a las corrientes de la vida?