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A solas -en momentos de oración o meditación, o simplemente en quietud- respiramos más profundamente, vemos más plenamente, oímos con más agudeza. Nos damos más cuenta y, en el proceso, volvemos a lo que es sagrado.
A solas -en momentos de oración o meditación, o simplemente en quietud- respiramos más profundamente, vemos más plenamente, oímos con más agudeza. Nos damos más cuenta y, en el proceso, volvemos a lo que es sagrado.