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Imagina por un momento que juegas con las reglas de los niños. Si estás en una fiesta y ves a alguien que te gusta, puedes ir y cogerle la mano. Si luego intenta besarte y no te gusta, puedes empujarlo. Si tu tía te hace un regalo de Navidad que no te gusta, puedes tirárselo a la cara y echarte a llorar. Puedes galopar libremente. Puedes saltar. Los niños lo tienen claro. La tragedia es que nada de esto es permisible como adulto. Aunque hay una cosa que sí lo es, y apuesto a que sabes lo que voy a decir: el galope. ¡Qué divertido!