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Soy uno de esos pasajeros que llegan al aeropuerto con cinco o seis horas de antelación para poder tomarse unas copas y armarse de valor para subir al avión. Por lo visto no soy el único, porque nunca he estado en un bar de aeropuerto vacío. No me importa a qué hora llegues. Incluso a las 8 de la mañana tienes que abrirte paso hasta el bar. A esa hora, todo el mundo bebe Bloody Marys para que nadie se dé cuenta de que es alcohol, al menos hasta que se caen de la silla.