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Al ser el primer premio Nobel negro, y el primer africano, el mundo africano me consideraba propiedad personal. Perdí los jirones que me quedaban de anonimato, incluso para caminar unos metros en Londres, París o Fráncfort sin que me pararan.
Al ser el primer premio Nobel negro, y el primer africano, el mundo africano me consideraba propiedad personal. Perdí los jirones que me quedaban de anonimato, incluso para caminar unos metros en Londres, París o Fráncfort sin que me pararan.