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La felicidad no reside en el consumo ostentoso y la acumulación incesante de porquerías inútiles. La felicidad reside en la persona que se sienta a tu lado y en tu capacidad para hablar con ella. La felicidad es la interacción humana lúcida y la empatía. La felicidad es el hogar. Y el hogar no es una casa: el hogar es una presunción mitológica. Es un estado mental. Un lugar de comunión y amor incondicional. Es el lugar en el que, cuando cruzas su umbral, por fin te sientes en paz.